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- OY cmd gro Tirar 2 ia A z a. Ende ces La democracia católica. 264 EL PROBLEMA RELIGIOSO Pergolese, Rossini; que iluminó la mente pensadora de Bossuet, Masillon, Flechier, Chateaubriand, La- martine y de todos aquellos sabios que arriba he- mos mentado? ¿No son de nuestra época Pasteur, Cuvier, Quatrefages, Sechi, etc.? —¡Pero es tan diferente la modalidad presente! —Eso no quita la obligación de aceptar el Catoli- cismo. Pascal dijo a los indiferentes de su tiempo: «Podéis no inquietaros por el sistema astronómico que leva el nombre de Copérnico, pero es preciso inquietarse del alma y saber si es mortal o inmor- tal, Es preciso decidirse a llevar a cabo este asunto fundamental. Eso ha hecho que actualmente un gran número de célebres literatos, dejando la indiferencia y la incredulidad, hayan tomado el camino de Roma. Tales Bourget, Huismans, Papini. En este momento hay un verdadero acercamiento al centro de la ver- dad, y hay que decir que cuanto mayores son las convulsiones sociales, con más imperio se ha sentido la necesidad de apoyarse en una religión fuerte que no sea una fantasía humana. Hace poco M. Gustavo Larroumet volvió de un viaje a Jerusalén y escri- bía: «Yo soy cristiano y francés. La campana que sonó en mi nacimiento, sonará en mi muerte, y so- bre mi tumba será grabada una cruz. Esta es la pa- labra cristiana, que ha depositado sobre el alma mo- derna lo que tiene de mejor.» Mas el espíritu colectivo, la democracia de las naciones modernas resisten el catolicismo. —Para contestar, basta recordar los nombres de

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