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282 EL PROBLEMA RELIGIOSO La incredulidad puede explicarse por estrabis- mo intelectual; el cristiano que no obra, supone una capitulación deshonrosa de la conciencia. El im- pío incrédulo en su triste vida ofrece un lado que puede interesar: la franqueza y la consecuencia; el cristiano indiferente que no practica, carece de ya- lor lógico y de valor moral. Al incrédulo de «buena fe» podrá alcanzarle la oración de Jesucristo: «Pa- dre, perdónale, porque no sabe lo que hace»; mas el que cree y es infiel a su fe, ¿cómo se podrá jus- tificar? Sin embargo, la «buena fe» es como las pie- dras preciosas; es difícil de comprobar. En consecuencia, pues, que el hombre debe ser católico práctico, fiel a la doctrina de Jesucristo que contiene la Religión Revelada, la única verdadera.

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