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DE LA RELIGION CATOLICA 261 de caridad y de gracia no implique la ausencia de dicha fe, ésta que resulta herida y debilitada, no re- siste el embate de las pasiones y del ambiente... Pocos son los incrédulos que han pensado mal antes de haberla obrado; pero tampoco debo ocultar que las ideas modernas combatiendo las ideas sagradas arrastran al mal. Después, tomada la fe entre dos fuegos, capitula. —¿Qué cree usted será mejor: un incrédulo de pra buena fe o un cristiano de simple especulación? (1). sianos especula —Esa es una pregunta que compromete. No pue- tivos. do casi admitir que al cabo de veinte siglos de luz haya incrédulos de buena fe; pero ello es posible en absoluto. Siendo así, debo confesaros que es mejor que lo otro. El incrédulo de «buena fe», por su bue- na fe vale más que sus opiniones; el cristiano de simple teoría vale mucho menos que sus ideas. Claro es que las ideas cristianas son soberanamente supe- riores a toda la filosofía del hombre, pero Dios es- cudriña la conciencia, como ya tengo explicado; el incrédulo en cuestión es «un culpable involuntario», y el cristiano de simple teoría es culpable volunta- rio. El cristiano que, por ejemplo, no va a misa o no confiesa, como es deber, pierde por este hecho la bondad que le daban las creencias, y encima de ello arroja su fe a la irrisión de los que no tienen ninguna. (1) «¿Es posible ser escéptico por sistema y de buena fe? Lo que es yo, no lo comprendo.» (Rousseau).

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