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DE LA RELIGION CATOLICA 257 el corazón del joven. Diríamos con profunda amar- gura, que el error y la impiedad «han tomado de la verdad sus catacumbas». Exigen del hombre jura- mentos que lo atan por completo al mal. Se ejerce un ministerio de proselitismo al cual muy pocos se sus- traen... La vanidosa jactancia, la falta de carác- ter, los negros compromisos, hacen que el hombre joven «no practique» y la religión que no se practica se pierde con increíble facilidad. —Está usted declarando un misterio que todos co- nocemos por experiencia. —Repito que la fe que no se practica, fácilmente se pierde. Podrá ser sincera, pero no es duradera. La persona moral, como el orgullo intelectual, se castigan con la pérdida de la luz. Hay una infini- dad de hombres jóvenes que viven entre los incré- dulos y los creyentes; son los abstenios, los que no se cuidan de la práctica. La indiferencia tamaña trae aparejada la incredulidad verdadera. Con ser el hombre tan amigo de sus ideas, carece del valor de las convicciones religiosas. En los días de Solón existían penas para los que durante las con- mociones políticas no tomaban parte por uno u otro bando. Hoy son muchos los «neutrales», y este par- tido de la neutralidad toma proporciones alarman- tes en el seno del catolicismo. Los neutrales e indi- ferentes prácticos se ven arrastrados por la corrien- te de las ventajas materiales, y al cabo llegan a sa- crificar su fe en aras del provecho. En rigor lógico el ser creyente debería formar al ser moral; mas 17

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