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DE LA RELIGION CATOLICA 255 desarrolla y explica lo que recibió en depósito re- velado. Así tiene una espléndida vitalidad que no se agota. —La Universidad y el Liceo no nos han enseña- do eso... —Lo comprendo; acaso habría más crueldad que utilidad en enumerar todas las víctimas a quienes la Universidad y el Liceo arrebataron su fe, sin pro- porcionarles en cambio la moralidad necesaria para llenar el vacío que resultaba de ello en el corazón. Así como los hombres llegan al Cristianismo por la enseñanza, también por medio de la enseñanza de- jan de ser de Cristo. Silvio Pellico, en sus días, se vió también a punto de zozobrar en la corriente pseudo científica de las cátedras, pero reaccionó y escribió: «Estudié y vi que un católico puede, como el gran Volta, rezar humildemente su rosario, sin que por esto deje de ser una inteligencia elevada, perspicaz y robusta.» Si Schiller llegó a perder un instante la ingenua fe que su tierna madre le incul- cara cuando colocada entre él y su hermana Cristo- balina les explicaba el Evangelio del día, y en los festivos les acompañaba a la iglesia, provino de que desde la aldea de Marbach pasó a la escuela de Car- los en Wurtemberg, donde, como dice un escritor, en cambio de la desgracia de dudar mucho, obtuvo la ventaja de aprender poco.» Hegesippo Moreau tu- vo la misma suerte, pero el recuerdo de los padres que fueron sus maestros en el seminario de Avon, le inspiraron estas palabras de agradecimiento : Fíectos de la falsa enseñanza.
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