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El dogma no es doctrina muerta. 252 EL PROBLEMA RELIGIOSO ra al grano de mostaza que sembrado en la tierra llega a convertirse en árbol corpulento... Eso ex- plica el que la Iglesia haya tenido un fuerte desarro- llo histórico. Un verdadero grano de mostaza fué el cristianismo naciente... La condición de su vitalidad es tal, que hoy parece cosa distinta de lo que fué. Mas partiendo de las ramificaciones más lejanas del ár- bol, podemos con toda seguridad por medio de la historia y del razonamiento remontarnos por una continuidad no interrumpida hasta la misma simien- te. Esta condición vital se verifica respecto a toda la naturaleza de la Iglesia, sobre todo a la disciplina y a la jerarquía, Respecto al dogma o su contenido doctrinal, la vida del Cristianismo ha debido gober- narse por las leyes proclamadas por el Concilio Va- ticano (1), recordadas por León XIII en su Carta del 22 de enero de 1889 al Cardenal Gibbons acer- ca del Americanismo. —Me refería al dogma que es una doctrina muerta, —Por lo mismo que la Iglesia entraña una verdad ¡divina o sea la «revelación», no puedo tocar en ella. Precisamente esa es una garantía de su verdad. Se- igún el Concilio Vaticano, la Iglesia no puede quitar ni agregar nada a lo que Dios ha revelado, y como la Revelación es divina; no puede ser alterada. Esa revelación recibió la Iglesia en depósito, divinum de- positum, y el Papa debe custodiarlo y defenderlo. La (1) Const. De fide Cathol., ce. IV.

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