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En el catoli- cismo vamos con la mejor compa- fía. 250 EL PROBLEMA RELIGIOSO —Me ha abrumado usted con esa constelación de sabios y creyentes. La juventud moderna no puede sospechar que haya sabios creyentes católicos y por contera, piadosos. —Tampoco podía sospechar hace treinta años el misterio de los tones y electrones descubiertos por Thomson; ni pudieron sospechar los contemporá- neos de Pasteur con ser de su profesión los inven- tos que realizó... Podíamos llenar muchas páginas con nombres inéditos de la ciencia que se precian de católicos... De ello debéis deducir una conclu- sión. ¿No es mejor tener creencias cristianas con esos admirables sabios que mantenerse en la incre- dulidad con un puñado de pensadores de segunda o tercera clase? Yo os declaro que mil veces prefiero la ciencia de los buenos que la incredulidad de los malos... lo mismo que prefiero la fe del que ama a la ciencia del que odia... —Me hace mucha fuerza lo que me acaba usted de aconsejar; la reflexión convence a cualquiera. —Pues a fin de que conservéis una fórmula glo- rificadora podéis repetir con un ilustre pensador: Yo soy creyente con esos admirables filósofos y Santos a quienes llaman Doctores y Santos Padres que fueron «casi los únicos sabios de los primeros siglos: creo con San Atanasio, San Ambrosio, San Gregorio el Grande, San Jerónimo, San Agustín, San Bernardo, Santo Tomás de Aquino y San Bue- naventura. Soy creyente con los grandes filósofos matemá-

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