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242 EL PROBLEMA RELIGIOSO la novela ¿Quo vadis? le dió cierta actualidad. El profesor de la Universidad de Catania, M. Carlos Pascal, aprovechó la ocasión para escribir un folle to con el título: «L'incendio di Roma e ¡ primi cris- tiani» (1). Era ganas de promover el escándalo re. latando a su gusto los hechos de julio del año 64 del primer siglo. Pero ocurre que ni Tácito ni Plinio ni Suetonio ni los mismos libelistas enemigos de la Igle- sia como Celso y Juliano el Apóstata, hacen tal afir- mación. Es gracioso que Plinio que escribió diez años después del incendio, con ser pagano, atribuya el su- ceso a Nerón y nuestros literatos, al cabo de veinte siglos, se lo atribuyan a los cristianos. Plinio el viejo que escribió el año 71 del mismo siglo su Historia natural, dice expresamente: «Ad Neronis principis incendia quibus cremavit urbem» (XXI-I). Si hu- biera habido sombra lejana de culpabilidad en los cristianos ¿no lo hubieran utilizado Celso y Juliano? Aquella persecución neroniana con el lema «christia- ni non sint», fué el principio de la era gloriosa de mártires que forman uno de los argumentos más vi- vos y valiosos acerca de la divinidad de la Religión Católica. —En ese punto también se achaca de exagerada a la Iglesia. Recuerdo haber visto en la biblioteca universitaria un libro con el título: «De paucitate martyrum». —La crítica de nuestros días, no teniendo que ob- (1) La cuarta edición aparecía en 1903.
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