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AS ral E o 258 EL PROBLEMA RELIGIOSO la muerte del Maestro, y notad cómo los astros del cielo se obscurecen, o cómo el sol y la luna hacen veces de antorchas funerarias en torno del catafalco del calvario... Reparad en la sepultura del muer- to sagrado; cómo le ungen con aromas excesivos, capaces de ahogar a un vivo, y no obstante cómo el muerto resucita, según tenía prometido. Atended lue- go a las lecciones que resucitado da Jesús a sus dis- cípulos, convertidos en apóstoles, y cómo hace su en- trada triunfal en el cielo por virtud propia, remon- tándose en el aire y sentándose a la diestra de Dios Padre... Todo está en los Evangelios, cuya autori- dad es imposible negar (1). —Esos hechos son verdaderamente asombrosos y propios de Dios; pero los Evangelios ¿son obra con- temporánea de Jesús para reflejar la verdad? —S$Son libros del primer siglo redactados por los mismos discípulos del Maestro Divino, quienes afir- man que escriben lo que han visto. Los críticos racio- malistas más salientes reconocen que son escritos en el primer siglo. Según S. Reinach (2), San Marcos es de 60-70, San Mateo poco más o menos del 70, San Lucas del 80 a 100, San Juan fué el último en (1) Un cierto 5 de abril La Nación insertó un artículo del doctor Moorne blasfemando de estas cosas, artículo que contestó donosamente M. G. Franceschi en un folleto: «Un modelo de ciencia histórica» haciendo polvo al mentado doc- tor Moorne y dando una lección mierecida al diario bonae- rense. (2) Orpheus, 6.* edic., 1909.

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