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DE LA RELIGION CATOLICA 237 externo. Ya sé yo que la palabra milagro sorprende al incrédulo; mas una vez analizado el caso y reco- nocido el hecho hay que abajar la cabeza. El que los racionalistas no admitan milagros no quiere de- cir nada, si el hecho subsiste... El milagro no de- pende de la opinión de los hombres sino del poder divino; y si el milagro apoya la Religión Católica, debe confesarse que ella es la única verdadera. —Admito la argumentación. —Aunque la incredulidad, no queriendo caer en las tenazas de esa argumentación, suprima el mila- gro en sus libros, no puede suprimirlo en la historia. Declara sí, que el milagro es imposible y aunque a Dios le fuese posible, opina: que «no existe». Pero hoy está reconocido por todo el mundo civilizado el misterio milagroso de la Encarnación del Verbo y de la Redención... Aquel Jesucristo profetizado, esperado y venido en carne mortal, es el centro de toda la economía de los milagros. El Nuevo Testa- mento está en el Viejo... «La esperanza» está en el Antiguo Testamento; el hecho de la venida está en el Nuevo. La Ley, como decía Bossuet, es el Evan- gelio oculto, y el Evangelio es la Ley explicada. El milagro de esta coordinación histórica, profe- tizada y realizada, solo pudo tener por factor un poder y una sabiduría divinas... Abrid el Evangelio, libro el más adorable y el más histórico... Leed allí cómo en el nacimiento, Jesús €s aclamado por los ángeles que anuncian la «paz a la tierra». Ved la tierra palpitante de estupor en Los lios, Evange
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