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18 EL PROBLEMA RELIGIOSO —El hombre tiene un poder investigador, capaz también de combinar hechos e ideas. Progresa gran- demente en el estudio de cosas sometidas a su al- cance, pero ¿qué sabe todavía del universo? La mis- ma sorpresa que nos causa un descubrimiento da a entender que sabemos bien poco. Atiende a los fe- nómenos de la naturaleza pero munca llega a la esencia de las cosas; de ahí que tarde siglos y miles de años en hacer un invento. Las leyes del universo no se han creado hoy ni ayer, Dios las infundió en el mundo al crearlo, y sin embargo... cuando llega- mos a descubrir una ley universal batimos palmas. Después, ocurre que muchas veces esa ley que pa- recía descubierta en definitiva, no era tal ley... —No puede negarse el moderno progreso. —¿A qué objeto me sacáis eso de progreso? —Para decir que la mente civilizada en el rodar de los siglos-y con las colaboraciones de nuevos pro- cedimientos va dominando la naturaleza. —Oid pues, a un sabio de los que mejor conocen la razón de ser de los inventos. El Abate Moreux nos decía hace poco: «para todo espíritu que no haya meditado la historia de las ciencias, resulta un tanto desconcertador comprobar que después de transcurridos siglos, nuestros sabios actuales descu- bren teorías que antes fueron admitidas por los griegos y egipcios (1). Objetaréis que los antiguos ignoraban nuestra técnica, pero como dice el mis- (1) Artículo en La Prensa, 29 junio 1924.
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