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Rd 0 to A a at NU e a e ce, de e aa 230 EL PROBLEMA RELIGIOSO Arago, su amigo el sabio abate Moigno le invitó a arreglar sus cuentas con Dios. Arago dió esta contestación que causa lástima y pena: «Mi querido amigo: usted sabe que edy- cado en el seno de la tormenta revolucionaria, no recibí ninguna especie de instrucción religiosa; no sé nada, absolutamente nada de los dogmas de la fe. Confieso que por algún tiempo me he inclinado a burlarme por igual manera de los clerófobos y de los devotos. Al presente me sentiría más bien inclinado a creer. Pero es tremendo el problema del porvenir; me espanta su profundidad y en él se perdería mi espíritu. Así que vuelvo, aunque con disgusto, a mi ignorancia...» (1). —Notable caso... —£Se me ocurre presentaros otro no menos nota- ble. Cierto día un célebre incrédulo discutía con el Padre Le Berthoine y pedía al Padre pruebas de la venida del Mesías. Como era fácil tarea, el Padre se las dió. El incrédulo rióse del Padre y se atrevió a darle un consejo en tono magistral. «Lea usted, Padre, lea usted a Horacio, verá usted lo que este gran genio pensaba sobre los milagros de Jesucristo, y sin duda modificará usted la opinión que tiene.» El Padre Berthoine quedó asombrado, pero siem- (1) Los prejuicios desaparecen tarde o temprano; sólo la ignorancia es invencible. La verdad no tiene itinerario como un convoy de ferrocarril, y suele pedir «vía libre» cuando menos nos imaginamos; pero la ignorancia le obs- truye el paso.

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