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So pos ci sn ¡A AR <<. » a O A o e o e y 1 No cabe la li- citud de todas religiones. las 214 EL PROBLEMA RELIGIOSO tir en la conformidad o desconformidad a la con- ciencia moral y a la ley (1). —Mas no me negará usted que fuera de la fe ha tenido la humanidad inteligencias muy preclaras y sabias. —No es esa la cuestión. La carencia de la reye- lación no quita la inteligencia. Yo os diré con el marqués de Vadegames, lo siguiente: «Dios niega a las inteligencias culpables la verdad, pero no les nie- ga la vida. Los condena al error, pero no a la muer- te. Por eso todos hemos visto pasar delante de nues- tros ojos esos siglos de prodigiosa incredulidad y de altísima cultura que han dejado en pos de sí un surco menos luminoso que inflamado, y que han res- plandecido como una luz fosfórica en la historia (2).» Pero nuestro caso no se ofrece a esa discusión. No tratamos ahora de si hay o no hay inteligencias grandes en el campo enemigo; se trata de que la ra- zón no basta para acertar en los problemas religio- sos y que es necesaria otra luz que se llama revela- ción... y que por ende el hombre está obligado a aceptar por la fe el tesoro de la religión. —¿No podía Dios autorizar todos los cultos y reli- giones? ¿Por qué obligar a que se abrace la revelada? (1) Pitágoras, a quien se creía in verba magistri, enseñó el disparate de que el alma humana saliendo del cuerpo pasa- ba a informar el de los brutos... Sócrates que fué tan aus- tero moralista fué condenado por corruptor de jóvenes. Pla- tón, llamado el Divino, enseñó la comunidad de mujeres, etc. (2) Ensayo.

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