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REVELACION Y RAZON 211 En el politeismo la frase de Bossuet es célebre: «to- do era Dios menos el Dios verdadero.» De ahí que San Pablo predicara en el corazón de Grecia en me- dio del Areópago al Dios desconocido... De aquí deduciréis cuán bueno ha sido nuestro Señor al ve- nir en auxilio del hombre religioso con su hermosa revelación... Es cierto que el salvaje con su des- bandada fantasía, que apenas sentía la rienda de la luz racional, no es como el hombre civilizado; pero el hombre más cumbre es un niño respecto a la religión si carece de revelación. Mirad los más pre- claros ingenios y decidme: ¿quién no erró en mu- chas cosas a este respecto? Los hombres eminentes de la época romana y de las naciones viejas, lo mismo entre los annanitas de Asia que entre los esplendo- res de Europa, ¿pudieron impedir que fueran idó- latras, adoradores de mil bajísimos objetos y de los fenómenos extraordinarios de la naturaleza? El as- tro que centellea en el firmamento y el agua que duerme indolente en los lagos o corre bulliciosa por los ríos, lo mismo que el bosque lleno de rumores donde trina la alondra al despuntar el día y gorjea el ruiseñor al cerrarse la tarde, y los tiburones del mar y los cocodrilos del desierto eran tenidos por di- vinidades... La inteligencia más cumbre, sin la luz revelada, es en el orden religioso como una monta- ña que se eleva en efecto, pero queda erguida en el aire adornándose unas veces de nieves heladoras y Otras empenachada de volcanes devoradores. Todas las prácticas religiosas de los pueblos sin fe revelan

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