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CAPITULO II REVELACION Y RAZON Necesitado de Dios, el hombre cayó en el abismo de todas las supersticiones. (Donoso Cortés. Ensayo, V.) un —El tema de la Encarnación que acabamos de mencionar, me induce a proponerle a usted otra cuestión. —No os detengáis. El asunto de los destinos del hombre nos debe estimular. Una humanidad que no siente curiosidad por sus destinos, no sería más que una plebe sin espíritu, estacionaria y sin progreso, Por eso me place esa acumulación de preguntas y dificultades en demanda de la verdad de nuestros destinos. El hombre no puede ni satisfacer por com- pleto su curiosidad ni renunciar a ella sin rebajarse; de ahí que se haga tan mterrogante... —Entonces, ¿quién podrá satisfacerla? —La revelación; la razón no basta. No está he- cho el hombre actual ni para saber con certeza evi- dente lo que le aguarda más allá, ni para dormirse en la ignorancia. El hombre no está hecho para vi- vir en la evidencia de semejantes problemas futu- FOS, porque esto acabaría con la Sociedad y con el Entre luz y sombra.

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