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DE LA RELIGION 201 sita ese tiempo para otros más altos menesteres. Ya veis que no omito objeción para daros explicación cabal. No podréis menos de reíros de ese modo de discurrir de semejante impio burlón. Y son esos im- pios los que poco ha nos hablaban de la grandeza e infinitud de Dios, y ahora lo consideran como cual- quier otro hombre fatigado y cansado de llevar cuen- tas. ¿Qué os parece de esa necedad inconsecuente? Dios no necesita llevar libros de entrada y salida como un comerciante o gerente bancario. Las cuen- tas quedan escritas en la conciencia de cada uno, y la inteligencia infinita, omnisciente del Señor, todo lo ve en un instamte, siempre presente; para eso es infinito. A su mirada todos los siglos son un minuto y todas las razas como una hormiga. En el pensamiento de Dios no hay sucesión de ideas ni de recuerdos, todo es acto y acto presente. —¿Pero si hay otros mundos habitados como el nuestro y se multiplican las razas y las humani- dades? —Tocáis un punto extraño al asunto. Para Dios lo mismo da un mundo que mil mundos, una huma- nidad que mil humanidades. Desde luego el ángel, más perfecto que el hombre, habita el cielo. La re- velación nada dice sobre otros mundos habitados por seres racionales y morales. La teología no se opone a que los haya; pero la ciencia todavía no ha llega- do a la conclusión de que eso sea una verdad. —Yo admito la pluralidad de mundos habitados. —Enhorabuena. Digo que la teología no se opo- Los mundos habitados.
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