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A Harada ceci Las cuentas de Dios. 200 EL PROBLEMA RELIGIOSO —Sacáis de quicio el asunto. La creación material inconsciente y sin libertad no admite deberes; pero mirad cómo todo obedece, necesariamente, al acto creador, y cómo todo cumple automáticamente las le- yes establecidas. Mas como puso en el cimiento de nuestro planeta mármoles y pórfidos, puso en el hombre deberes. Las leyes físicas del universo no pueden transgredirse por el cosmos; pero porque el hombre es consciente y es libre; es decir: un ser moral. Dios que hizo ese océano de aguas para que por ellas se deslizaran esas gondolitas de plata que se lla- man peces, y extendió ese otro océano de aire por donde revolotean ingrávidas y tornadizas esas flores con alas que se llaman pájaros, formó también para el hombre ese otro océano de la atmósfera moral en «donde se ejercitara en la lucha durante la vida de camino para la eternidad y se llama el deber. —Resultaría entonces que Dios tiene que llevar cuenta de todo lo que hace el hombre, de las victo- rias y de las derrotas que tiene en esa lucha moral, —Evidentemente, como juez que es del orden mo- ral y tribunal supremo de todas las justicias e injus- ticias del mundo. —Ese oficio de espía y polizonte eterno es dema- siado ruín para Dios, y además, muy aburrido... —Esa necia expresión vos la habéis leído en un impío sin recato. Alguno de ellos, en efecto, ha di- cho que el oficio de apuntador sometería a Dios a una función que llevaría mucho tiempo, y El nece-

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