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DE LA RELIGION 199 sobrenaturales, le reveló estas otras cinco verdades que se pueden adquirir con la razón natural: la exis- tencia divina, la inmortalidad del alma, la diferencia entre el bien y el mal, el castigo eterno a los malos, el premio eterno a los buenos... —Parece exagerado admitir que Dios entrara en relaciones y explicaciones con el hombre. —No desconozco esa objeción de la incredulidad. ¡ Dios es demasiado grande y el hombre un poco de ba- rro y el más insignificante ser entre los racionales!... De la grandeza divina no se acuerdan más que cuando se trata de utilizarla como objeción contra este comercio divino-humano. Justo sería que se acordaran de ella para servirle mejor y con mayor acatamiento, deponiendo ante El el orgullo de la cien- cia. De todas suertes, ¿quién va a negar a Dios el atributo de comunicarse con el hombre? ¿No fué el hombre creación del mismo Dios? ¿No es el hombre como un hijo suyo? ¿No le hizo con ansias y afanes de lograrle? Y esos anhelos ¿qué son sino base de estas relaciones que decimos? —¿Hay alguna otra proclamación del deber obli- gatorio? —Tenemos la escena del Sinaí donde se dieron a Moisés las tablas del Decálogo imponiendo penas a los transgresores y premios a los cumplidores. El hombre dependiente de Dios en la creación no pue- de ser independiente en la evolución de la vida. —Diríamos entonces que toda la creación tiene deberes que cumplir.
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