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DE LA RELIGION 195 «La religión no sólo es honor, es un sostén en las horas más críticas», escribió aquella escritora, E. Beecher Stowe, en un poema de redención y de do- lor que conocemos con el título de La choza del tío Tom... —Muy complacido acepto las explicaciones de us- ted ; mas por lo visto no basta que yo acepte la religión. —La religión no es una cuestión libre; entraña _ Obligatoriedad obligatoriedad. Verdaderamente al hombre normal no “ * "sión. le hacía falta esta condición de obligatoriedad, por- que la oración, expresión propia del culto a Dios, es para el alma como las lágrimas para el corazón opri- mido, como la risa en las horas de placer. Sin embar- go, no debe olvidarse que obligado el hombre a con- seguir su fin, está por lo mismo obligado a practi- car este medio: la religión. Por otra parte, nadie puede desconocer que los actos de gratitud y obe- diencia hacia Dios constituyen en el orden moral una obligación imprescindible. —Exponedme ese argumento en una forma más científica. —Tenéis la manía del cientifismo. Nada más cien- tífico que este hecho: al dar Dios al hombre la in- teligencia y con ella manera de conocerle, le dió también una necesidad de buscar la verdad. Al dar- le la voluntad y la aspiración al bien como felicidad, fué para que pudiera subir hasta la fuente de ella. Dios quiere descender al hombre en forma de ver- dad y de bien, pero quiere que el hombre recono- ciendo su necesidad le busque. La religión es el pun-
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