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ir ir ia RN In o Naco: din Lo que supo- nc un pecado. 170 EL PROBLEMA RELIGIOSO Un orador célebre ha comentado este verso di- ciendo: «Si sólo la justicia hubiera abierto el abis- mo, aún habría remedio; pero lo ha abierto también el amor. Ved lo que ahoga toda esperanza. Cuando condena la justicia, se puede recurrir al amor, pero cuando el amor condena ¿a quién recurrir? El amor que ha dado la sangre por los hombres, ese mismo amor es el que maldice. —Mas al cabo, ¿qué es un pecado? —Escuchad este razonamiento: Un Dios habrá bajado a la tierra por nosotros, habrá tomado nues- tra carne, hablado nuestra lengua, tocado nuestra mano, curado nuestras llagas, resucitado nuestros muertos. ¿Qué digo? Un Dios se habrá entregado por nosotros a los lazos y a las injurias de la trai- ción, se habrá dejado desnudar en una plaza públi- ca entre prostitutas y ladrones, atar a un poste y azotar con varas, coronar de espinas: habrá muerto por último en una cruz... y después de esto creéis que nos será permitido blasfemar de El y reir, y en- trar sin temor en el banquete de los deleites? ¡Oh, no, desengañaos!; quitaos la venda de los ojos. El amor no es un juego. Dios no ama impunemente, no ama impunemente hasta el patíbulo... El amor es la vida o la muerte, y tratándose del amor de Dios es o la muerte eterna o la eterna vida. El pecado es la ofensa de ese amor. La ofensa contra un amor infinito y eterno entregado por el hombre a la muer- te y a la cruz. —Decidme, pues: ¿qué penas hay en el infierno?

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