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CAPITULO IX ¿QUE HAY EN EL INFIERNO? El hombre que no puede ad- mitir que se le imponga una fe, menos debe permitir que se le imponga una negación. «He averiguado la causa de mi error; yo había pecado con- tra la sabiduría del Creador.» Liebig. —Cumplidamente me explicó usted el tema del infierno en cuanto a su existencia; mas si no me lleva usted a mal, todavía formularía otras pregun- tas respecto al estado de las almas en aquel lugar. —Téngoos prometido no dejar sin contestación pregunta alguna; formulad pues vuestras dudas. —La falta y la pena deben tener correlación. —Os entiendo perfectamente. Queréis decirme que el castigo debe ser necesariamente proporcio- nado a la culpa. —Eso mismo. ¿Y qué falta puede cometer el hom- bre que merezca una pena eterna? —Todavía no he tratado la condición específica de la pena del condenado; pero la eternidad, de cual- quiera manera que sea y más aplicada a un ser li- mitado, es un abismo donde cualquier dolor toma un carácter infinito. ¿Os sorprende que se castigue La ley de la rorrelatividad en el castigo.

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