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EL DOGMA DEL INFIERNO 165 carlo en el desorden de la voluntad irremediable- mente desviada y para siempre separada del bien... —Permitidme una última objeción. ¿No podría Dios castigar al pecador aniquilándolo, en lugar de hacerlo sufrir en el infierno el castigo eterno? —Os habéis figurado que el aniquilamiento es en cierto modo una pena infinita y capital en un ser destinado a la inmortalidad; pero no habéis repa- rado bien que el pecador desearía precisamente el aniquialmiento por evitar el castigo. Por eso sería una pena insuficiente. Y sería además insuficiente porque nadie desea un castigo sino por amor al or- den, amor que no puede existir en el condenado, Se- ría, pues, un deseo desordenado y culpable, y Dios no puede querer eso. Además, el aniquilamiento es una conclusión que convierte al pecador en domina- dor de Dios; pues ese culpable desea la destrucción, porque la destrucción le libra del juez eterno y le libra para siempre. Sería además una manera de vencer a Dios, porque Dios está en su obra, y quien destruye esta obra en que está Dios. se venga de Dios. Por encima de todo obliga a Dios a deshacer lo que había hecho con amor para que viviera siem- pre. ¿Por qué haber creado almas inmortales para luego suprimirlas de la existencia? Nada se aniqui- la en la naturaleza; ¿se quiere ahora que se aniquile el espíritu? Finalmente: sabiendo el pecador que al cabo iba a ser aniquilado, no temería el castigo y viviría bur- lándose de la justicia divina, y como está escrito: La objeción del aniquilamiento.

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