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pi TR Después de la muerte no ca- be redención. 162 EL PROBLEMA RELIGIOSO rra... Pero como la conclusión del bien no puede ser idéntica a la conclusión del mal, porque sería contra el sentido común, resulta que el justo y el malvado tendrán conclusiones diferentes y eternas, —Se me ocurre una fuerte observación, y es: ¿Por qué un culpable muerto sin reparar su mal no po- drá ir al cielo después de expiar su pecado con su- frimientos proporcionados? —En ese caso efectivamente habría una diferen- cia: el justo pasaría a la beatitud sin pasar por el dolor, y el pecador después de haberse purificado en la expiación. Pero hay también otra diferencia radical entre el que muere mal y el que muere bien, y es que el pecador permanece invariable en su úl- timo acto; que una vez salido de la vida presente, la culpa se eterniza en el alma y nunca se borra en ella; de modo que no cabe expiación donde no hay purificación... El tiempo es para las decisiones. Luego viene el cumplimiento de lo resuelto. No bas- tan cien años, mil años de infierno para que el con- denado repare lo hecho. A los mil años está como en el instante que allí entró, endurecido ya en el mal, y sin arrepentimiento Por eso se dice: «In infermo nulla est redemptio.» No cabe allí redención, porque no cabe contrición. Las almas al verse arrojadas de Dios se revuelven contra el poder soberano, como los demonios contra la justicia divina, y no cesan de ofenderle; su eterno pecar reclama un eterno sufrir. Fijaos ahora en este argumento con que quiero cerrar este tema. Si alguna vez, así fuese después de

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