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EL DOGMA DEL INFIERNO 159 tigo. Cada cual recibe lo que merece y en la me- dida en que lo merece. Allí no hay como en la tierra desorden en el castigo, porque no hay buenos ator- mentados en lugar de malos... Si la maldad del pecado consiste en que perturba el orden que debe guardar la criatura respecto a su Creador, la justicia debió suprimir esa perturbación y hacer, o que la criatura vuelva voluntariamente a someterse al or- den violado... o forzarla a que contra su volun- tad se mantenga sujeta a la autoridad del Creador. Desde el momento en que no se quiso lo primero, tuvo que ser lo segundo. Esta es la teoría del orden en el infierno. —Me explica usted una filosofía que no conocía. —Por ella veréis que la justicia de Dios en el in- fierno no es otra cosa que la restauración de sus derechos, de sus designios y de la belleza del orden moral turbado por el pecador. O como dicen los Li- bros Santos: Las vías del Señor son la misericordia y la verdad en una asociación inseparable... Debéis meditar que Dios, al crear al hombre ha- ciéndole rey de la creación, confió su honor y su dicha a su propia libertad. Dios da al hombre lo que eligió. ¿No es cierto que muchas veces nos escanda- lizamos del gobierno de Dios en el tiempo? Pues bien: el tiempo es la prueba, no el resultado. A la eternidad debemos dirigir nuestra mirada para juzgar definitivamente de la Providencia divi- na que todo lo lleva ordenado en número, peso y medida,

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