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el El orden en infierno. 158 EL PROBLEMA RELIGIOSO prójimo su pecado. Puedo perdonar yo la ofensa y permanecer en su mal el ofensor. Esta clase de per- dón lo practica Dios cada día con todos, haciendo que salga el sol para justos y pecadores. Pero el perdón de Dios en el orden moral no podría ser únicamente exterior a la voluntad del pecador. Tie- ne que restaurar en el alma culpable la hermosura del orden roto por el pecado, y esto no depende de la voluntad de Dios. Si queréis que Dios perdone como el hombre, será dejando en el alma del ofen- sor su crimen moral. Pero precisamente este crimen moral es lo que condena. Además, ¿qué diferencia hay entre la soberanía de Dios ofendida sin motivo y la pequeñez de otro hombre igual a nosotros? Además; ¿acaso un juez puede perdonar a un cri- mina] su crimen como lo pudiera un hombre a otro? ¿Acaso la ley no reclama siempre que se sentencie juxta allegata et probata?... En definitiva: el castigo no es otra cosa que el orden en la justicia; el infierno es el orden en el castigo. Donde no hay castigo para el desorden, se arruina todo orden. —¿Y admitís que en el infierno hay orden? —Escrito está que allí no hay orden, sino sem- piterno horror; pero debe entenderse así: lo horri- ble del infierno mo es que todo orden del bien esté ausente de allí, ya porque todos obran el mal, ya por- que están empedernidos en él. No obstante, como obra de Dios tiene que ser ordenada. Sin orden no sería posible ni el mismo infierno: es el orden en el cas-

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