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156 EL PROBLEMA RELIGIOSO Dicen que los católicos atribuímos a Dios uno de los peores vicios del hombre: la venganza, y excla- man con Pfleiderer con extraño sentimiento de pie- dad: «¿cómo en ese caso podrá exigirse que no vuel- va mal por mal el hombre? ¿Cómo podría presen- tarse a ese Dios vengador como el prototipo de mo- ralidad ?» —Efectivamente, he oído ese argumento a un profesor. —La lealtad es la actitud de la verdad contra el error. Pero el profesor aludido sabría distinguir un acto de venganza de otro de justicia... Si fué pro- fesor de leyes, sabría que la justicia tiene que asen- tar la mano mil veces, a pesar de los dictados del corazón. ¿De cuándo acá son vengativos los proce- dimientos jurídicos de los tribunales? ¿De cuándo acá es vengativo el príncipe que impide con castigos los crímenes de lesa majestad? ¿De cuándo acá es venganza el acto con que se premia la virtud y se lleva al cadalso al homicida? ¿Qué principe será me- jor guardián de la moral y del orden: el que vigila por la justicia, aplicando el código penal al malhe- chor, o el que abandona toda sanción produciendo el desorden y la revolución con la impresión del derecho? Cuando un soberano después de apurar toda cla- se de recursos de benevolencia para los fines del derecho usa de serenidad indispensable, siempre es tenido por un príncipe prudente y atento al deber. Hallaréis algún mandatario como Marco Aurelio, es-
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