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EL DOGMA DEL INFIERNO 155 de Dios, y por ende la victoria definitiva es del Su- premo Hacedor; pero tiene el hombre un poder de resistencia formidable que ni el mismo Dios que se lo dió le puede quitar. Con la libertad puede el hom- bre vencer al mismo Dios en la lucha amorosa, que él entabla para convertirlo; es una resistencia inven- cible; es una tremenda victoria que trae aparejada la derrota final y la perdición eterna. El pecador vence sobre el amor; pero la justicia vence sobre el pecador. Todo hombre que resiste a Dios ven- ciéndole en el empeño de la conversión, cae en el castigo eterno y el infierno es la victoria definitiva de la justicia ultrajada en el tiempo. Con la libertad el hombre acepta lo que le condena y rechaza lo que le salva. No es culpa de Dios si se pierde eterna- mente. Virgilio que no recibió ninguna ilustración divina por medio de la Iglesia, fué el intérprete armonioso del sentir pagano respecto a este asunto, al escribir: «Sedet Theseus aeternumque sedebit.» —No resisto al deseo de expresar a usted que la incredulidad acusa de venganza divina ese acto. —Si; la impotencia tiene que bautizar de diferen- tes maneras este castigo, escándalo de los que lo me- recen. Dicen que el castigo eterno es un antropomorfis- mo velado por expresiones filosófico-místicas. De ellos deducen la idea de un Dios vengador los filósofos de la acomodación divina, que quisieran que Dios fue- se como ellos lo conciben o como a ellos les conviene. La venganza divina.

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