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PP La derrota de- finitiva del hom- bre. 154 EL PROBLEMA RELIGIOSO Prisca, admirase el mundo viendo que los leones se le venían a lamerle los pies. Los mártires de edad tan temprana forman el más bello elogio del poder de la gracia y del triunfo de la religión sobre el pa- ganismo. Así demostró Dios que sabe vencer murien- do y después uncir al carro de sus triunfos todo el imperio romano. Para Dios, el mal no es un incidente ni una interrupción de sus miras. El pecado y el pecador más bien sirven para demostrar su propia impotencia ante el poder de Dios. Los impíos que contra El se levantaron mordieron el polvo y los sepulcros abiertos para el enterramiento de la reli- gión sirvieron como el de Jesús para glorificación de su grandeza. Seguramente culpa nuestra es si muchas veces los pensamientos de amor que hay en Dios se convier- ten en justicia inexorable inmediatamente. —¿Habla usted ahora del castigo temporal ? —A veces, tal vez, las más veces, el castigo tem- poral presagia el castigo eterno; pero también es in- dudable que Dios al castigar temporalmente, se pro- pone llamar la atención del pecador para que retor- ne al camino del bien. Los castigos materiales que brotan de la Providencia amorosa de Dios, muchas veces tienen razón de freno; quieren detener al im- pío en el camino de la iniquidad para que eluda el castigo eterno. La obstinación, empero, es señal de la definitiva derrota. —¿Podrá el hombre resistir al poder divino? —Siempre habrá de prevalecer el plan universal

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