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EL DOGMA DEL INFIERNO 153 dera justicia ordene lo que aquí anduvo desordena- do, y que allí se premie con creces al que aquí sufrió siendo bueno, y se le castigue con setenas al malo que en la tierra triunfó... Dios no abandona el go- bierno del mundo, pero como es eterno, ha resuelto saldar las cuentas contraídas en la vida al entrar por los caminos de la eternidad... Nosotros somos miopes y limitados. La paciencia de Dios es inmensa, como su eternidad. Su mirada abarca todo y no olvida nada, porque todo lo tiene eternamente presente. Ni un pensamiento ni un sus- piro ni la menor acción queda sin su premio o cas- tigo. No castiga el pecado y el crimen inmediata- mente de cometido, o porque quiere dar lugar al arrepentimiento, o porque pretende sacar del mal algunos bienes. —¿Cuáles pueden ser? —Por ventura la paciencia de los justos... o un bien general en sus planes divinos. —¿Puede entrar el mal en los cálculos de la Pro- videncia? —Evidentemente, según declara el profeta Isaías. Los pensamientos de Dios no son como los pensa- mientos de los hombres, ni sus vías como las nues- tras. Tanto como dista el cielo de la tierra, otro tan- to y más exceden los juicios divinos a los juicios hu- manos. Por eso Dios permite el mal, aunque no lo quiere, porque tiene bastante habilidad para sacar de él algunos bienes. Del rigor de los emperadores ro- manos sacó que una niña de trece años, como Santa

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