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EL DOGMA DEL INFIERNO 149 que existieran simultáneamente como término de la justicia, el infierno, y como término de la miseri- cordia, el cielo. La gloria supone el infierno, y de tal manera lo supone, que sin el infierno no tiene explicación la gloria. Hay necesidad de admitir las dos afirmacio- nes o de negar entrambas. —Me abruma- usted con esa razón. Ácaso por eso que acaba usted de decir llegan los incrédulos a la negación de los dos fines extremos. —Pero antes de negarlos hay que repensar lo que se niega con ello. En el hombre, lo que con negarles se niega es la facultad de salvarse y la facultad de perderse, esto es: la libertad. Al mismo tiempo se niega en Dios la justicia y la misericordia y se niega en el mundo la virtud y el pecado, el bien y el mal, el galardón y el castigo, y con todas estas negacio- nes se niegan todas las leyes del mundo moral. ¿Quién admitirá estas consecuencias? —Admitamos pues la pena y el premio, porque no es posible llegar al extremo de esas negaciones. Pero el fin del premio y del castigo, ¿ha de consistir precisamente en el cielo o en el infierno? —Observad bien lo que os voy a contestar: Todo lo que no sea gloria eterna o pena eterna, no es pre- mio ni castigo del alma inmortal. No es ni perderse ni salvarse. Carecería de eficiencia bastante para asegurar el cumplimiento de los deberes morales. La justicia y misericordia divinas, o no son de una ma- nera infinita, o siendo infinitas se han de terminar, La equivalen- cia de gación, la ne-

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