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EL DOGMA DEL INFIERNO 147 —Ie confieso a usted que ya me inquieta dema- siado. Habladme, pues, y quitadme las dudas sobre el caso. —Para probaros la existencia del infierno, no es necesario establecer una razón humana, como base. Cuando Dios habla, el hombre debe callar; no obs- tante, por vía de ilustración os diré, que no es po- sible atribuir a Dios sin blasfemar de El, ni una bondad ni una misericordia que no esté afianza- da en su justicia y por ende que no sea razonable... Unicamente así, la bondad es verdadera bondad, y la misericordia verdadera misericordia, y la justicia, justicia verdadera. La bondad que no es razonable «es flaqueza». La misericordia que no es justa «es debilidad». La justicia que no es obra de la razón, «es venganza». —Ha deshecho usted el único argumento especio- so que se me ofrecía contra el dogma del infierno. —¿Cuál era? —Precisamente la bondad y misericordia de Dios. —Es absurdo pedir en nombre de la bondad de Dios lo que repugna a su justicia. Pedir que sin aten- der a esta, y en nombre de su misericordia, nos salve a todos, es negar a Dios, pues se niega lo esen- cial de El: la equidad... No se puede pedir en nom- bre de la misericordia divina lo que diariamente con- dena el hombre en nombre de la razón, cual es «el obrar a capricho». Al pedírsele al Señor misericor- dia para todos, sin atender a la justicia, se le pide una sin. razón. Prueba por la justicia ble, razona-
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