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118 EL PROBLEMA RELIGIOSO respecto. La razón es corta... Cuando miráis al cielo en noche estrellada, percibís a simple vista el soñoliento parpadeo de unas ocho mil estrellas... nada más. Pero empleando el telescopio, «el sexto sentido» del sabio, el número de estrellas que podréis ver ascenderá a más de mil doscientos millones for- madas todas de idéntica materia, según ha revelado el espectroscopio. Así, si apoyáis vuestra razón en otra razón supe- rior, y sumáis a vuestra potencia intelectiva la po- tencia suprema que os ofrece el telescopio divino de la fe, notaréis miles de verdades que la razón sola no alcanza ni puede alcanzar. —Pero hay cosas que chocan a la razón. —A la razón precisamente no, a su impotencia sí; como hay pesos que no resiste la debilidad de un niño... y hay llamaradas de luz que no puede to- lerar la vista natural. Como buen filósofo debéis distinguir la razón que raciocina, de la razón que observa, y notaréis que nuestra potencia mental incapaz de discurrir sobre el destino futuro, observa no obstante en el corazón unos anhelos y aspiraciones de dicha que no pueden satisfacerse aquí en la tierra. De ahí aquella gallar- da frase de San Agustín: «Señor, nos hiciste para Ti e inquieto está nuestro corazón mientras en Ti no descanse.» «Observaos y veréis por dentro una filosofía que no es inventada por la razón, pero que es la filosofía del destino.» —Mas yo desearía otros argumentos.

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