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FINALIDAD DEL MUNDO Y DEL HOMBRE 117 la comprobación de los fenómenos... Ahora estoy tan convencido de mis afirmaciones, como persua- dido de que sus enemigos llevan una venda sobre los ojos.» —/¿ Creéis, pues, que tenemos un fin y un destino? —Me complazco en deciros con sabios como Co- pérnico, Kepler, Linneo, Newton, Lapparent, Leve- rrier, etc., que la inteligencia creadora «es eminen- temente ordenadora», y que por consiguiente el mun- do y el hombre están ordenados a un fin... —También explicáis eso por la ciencia? —Los descubrimientos más cabales están concor- des con esta doctrina. Los inmensos archipiélagos de luz que llamamos estrellas, que ruedan sobre nues- tras cabezas por el océano de la inmensidad, al tra- zar sus inconmensurables trayectorias, irradiando ca- lor, solidificándose poco a poco, están sometidos a leyes tan acordadas, tan uniformes, que el sabio pre- dice no sólo la aparición de nuevos astros en el ho- rizonte, sino que calcula también la época de su vida luminosa y su próximo fin. El hombre es como un astro racional que después de vivir en la tierra sujeto a leyes que le puso el Creador, tendrá su eclipse y su término. Como los astros, se va enfriando, apagándose, y al cabo mo- rirá y se irá a su ulterior destino. —Comprendo que el hombre muera; nada más fácil de comprobar; cada día morimos, pero mi ra- zón no me dice nada respecto a ese futuro destino. —No os extrañe la mudez de la razón a este La inteligen- cia ordenadora. La razón y el destino final.

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