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FINALIDAD DEL MUNDO Y DEL HOMBRE 115 —Por sencillo no debe retirarse si el programa es magnífico y sublime. —La ciencia quiere otra cosa. Lo que han repeti- do cien veces los párvulos de primeras letras no res- ponde al estado actual de la ciencia. —Precisamente eso que saben y repiten los niños es lo más bello y elevado que puede saber el hom- bre. Eso tan sencillo y tan sublime, ¿quién pudo enseñar a la humanidad? Solo Dios. —Pero eso es el catecismo... —Precisamente es lo más sabio y científico que el hombre puede aprender. ¿Qué sabio puede subs- traerse a servir a Dios, cuya expresión está en todas las cosas? ¿Qué sabio puede aspirar a mayor premio y galardón con todas sus ciencias? —Pero la ciencia busca razones. —La ciencia es Pasteur... y Pasteur no discute a Dios ni le pide razones. Le escucha. Oídle cuando en abril de 1887, al tomar posesión del sillón en la Academia francesa, en reemplazo de Littré, dice: «Cuando esta noción del infinito se apodera del en- tendimiento, sólo queda una cosa: prosternarse.» Se ve, sin embargo, que los científicos que no son tan grandes como Pasteur hacen a Dios más pequeño... y le discuten, porque no saben la diferencia que hay entre el hombre y Dios. —No todos los sabios, en efecto, sienten como Pasteur. —Tampoco eran como él para llevar adelante la ciencia y para ser el dominador de las bacterias, de La busca ciencia razones,

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