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FINALIDAD DEL MUNDO Y DEL HOMBRE 115 dió su destino, y por ende no está en su voluntad la solución del tema. Tenemos un fin como tuvimos un principio, y ese fin depende del que nos dió el prin- cipio. Así lo entiendo, mas ¿cuál es ese destino? —Vayamos poco a poco. Primeramente debo de- clararos que el hombre y el mundo no pueden pre- tender ser para siempre como hoy son. El hombre terminará sus jornadas terrestres como: el globo se agotará en la vida actual, El universo sin finalidad, sería un jeroglífico sin solución, un caos de fuerzas ciegas; el hombre sin su destino sería un monstruo, porque carecería de ordenación. El mundo y el hombre sin ordenación ca- recerían de belleza, porque la belleza es el orden en las cosas y las cosas ordenadas con sabiduría tienen su razón de ser en relación con el fin, con el pro- pósito ulterior, con la razón superior. El profesor Charles Sedgwick Minot, director ana- tómico de la Universidad de Harvard, escribía: «Una de las cualidades más admirables de la vida es la finalidad con que se ejecutan las funciones vi- tales (1).» Pues todo lo que vive tiene esa finalidad admira- ble: el cuerpo y el alma en el tiempo o en la eter- nidad. Eso es lo que se llama «causa precisa», por Galeno; «idea directrix» por Claude Bernard; lo «in- cognoscible» por Hartman y Spencer; «poder inex- (1) Confer. de Jena. 1914, le La finalidad la vida.

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