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98 EL PROBLEMA RELIGIOSO Para determinar mejor la prueba de que el cere- bro no piensa, se puede alegar la razón de que el cerebro «de suyo no siente»; se le puede herir, cor- tar, cauterizar y aun extirpar sin producir dolor al- guno. Además cuando la sangre oxigenada no riega el sistema nervioso-cerebro-espinal, se suspenden las facultades sensitivas y motoras, y suspendidas és- tas, condición sine qua non de la intelección, no de la inteligencia-facultad, se suspende también ióndi- rectamente el ejercicio mental. El pensamien- — —¿Pues cómo explica usted que el poder pensan- to según las : , ei : > n l Ss de vie de joven! lades. te no es lo mismo de jo que de j —El argumento es sencillo. Si es facultad del al- ma, queréis decir, como el alma no envejece, no se puede alterar la facultad pensante. Y ciertamente, el alma no envejece con el tiempo, como tampoco los diamantes; pero el tiempo cubre de blancura el ca- bello, de desengaños el corazón. Además, la vejez supone haber trabajado en una u otra forma y el tra- bajo de los años es lima constante que envejece y gasta el cerebro. Con los años se atrofia ese órgano; se riega me- nos con sangre oxigenada y sufre una retrocesión. De ahí que se convierta en «menos apta» para los estudios. En la edad provecta el genio queda en ta- lento, y el talento en medianía pensadora, y la me- dianía en chochez. En una palabra: que el piano del artista alma se ha envejecido y estropeado. Porque el cerebro es como un hermoso piano de teclado ma- ravilloso donde van a parar los nervios que dan sen-

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