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ñal y le cogerán en mil mentiras », dice la subli- me santa Teresa. Dado, pues, que no parezca racional envolver en los fenómenos de Limpias al demonio, como engañador de las almas, ¿podemos concluir que es cosa abiertamente de Dios? Desde luego, a nuestro entender viene aquí co- mo aniílo al dedo la advertencia teresiana : « Con esto no andéis turbados ni inquietos, que aunque no fuese Dios, si tenéis humildad y buena concien- cia, no os dañará; que sabe su majestad sacar de los males bienes. » Si las muchedumbres piadosas ex- plotan los fenómenos de Limpias para mayor acre- centamiento defe no haya dudas que no perjudica- rán las peregrinaciones, y en caso de que ande allí el demonio, luego dejará sus trincheras, abando- nando el campo a la verdad. Lo que maravilla, es que gentes incrédulas que no pueden tolerar serenamente que se les hable de la existencia de seres sobrenaturales, vengan ahora al reducto de una intervención diabólica para negar al caso de Limpias su aspecto sobre- natural y divino. Texto de Benedicto XIV. No es un trono muy propio para Satanás la di- vina escultura de Oristo (1). Fué en otros tiempos (1) Si como dice Benedicto XIV: Misericor Dominus,

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