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1b obsesiones del psicasténico, que no son absoluta- mente independientes de la voluntad, no podían perturbar de tal modo el acto visual del fenóme- no que les impidiera darse cuenta de su insufi- ciencia. El histérico tiene verdaderas alucinacio- nes, las describe y obra eficazmente cuando se le presentan; el psicasténico tiene también alucina- ciones, pero si se insiste haciéndole notar el ca- rácter alucinativo de sus visiones llega a desen- gañarse... Es verdad que estas alucinaciones del psicasténico no son de los objetos vistos en si mismos y por sí mismos, sino imágenes que tie- nen un significado relativo a la idea del paciente, son a manera de símbolos dice Janet; pero tam- bién es verdad que la obsesión del psicasténico bajo el influjo de la conciencia y de la memoria es modificable... ¿Sería razonable reducir a este extremo a las valientes y robustas personalida- des que firmaron la visión de Limpias? ¿Qué pudo desvirtuar la percepción de estos tales ? La atención expectante. Es cierto en psico- logía experimental que esta atención es causa de muchas ilusiones; el deseo o el temor inclinan a tener por objetivo y actual todo lo que les favore- ce; pero, ¿ y los que fueron resueltos a no ver (1)? ¿Los que buscaron allí una prueba negativa hallán- (1) Dispénsesenos el que nos repitamos en este argu- mento por ser decisivo e ineludible.

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