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hipnotizado quiere desde un principio porque se figura querer, y después porque realmente quiere, y esta última forma, que es la de la terquedad, demuestra por qué el hipnotizado quiere con tanta energía. Estos señores hipnotizados, para ver, no podrían discurrir sobre la marcha y motivos de la visión a que estaban sometidos por hipnosis. To- do al revés de cómo pasó... ¿Autosugestión ?... El señor Torres, en un brillante discurso, dis- cutió este punto en el Seminario conciliar de San- tander, dejándolo luminosamente esclarecido. No ha lugar la sugestión cuando, o no se sabe nada de la existencia del prodigio (como ocurrió el 30 de marzo, en que se dejó ver de repente), o no se cree en él (como le ocurrió al doctor Hoyos). Un niño de cinco años, divertido en la iglesia, a quien su madre quiere ponerle coto en sus travesuras, ¿es sujeto apto de sugestionarse? Pues aquel tal niño constantemente volvía los ojos al Cristo re- pitiendo : «El santo Cristo mueve los ojos »... El Diario Montañes nos contó un sucedido nota- ble que abona contra la sugestión. Presentáronse al señor capellán del santuario e iglesia de Lim- pias dos médicos de procedencia incierta y nom- bres igualmente ignorados; pidieron la llave de

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