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dignos y racionales. Es la negación del orden ra- cional admitir engaños en tanta atestiguación desinteresada y espontánea. Cuando el racionalismo quiere explicar el en- gaño en un cúmulo tan copioso de unánimes ve- redietos se niega a sí mismo. Mas. sobre todo, en el terreno de la seriedad y de la religión debe hacernos prueba harto más perentoria que otros testimonios, el del pre- lado del Pinar del Río, que fué a Limpias con el objeto de hacer una información para ensñanza de sus feligreses. Llegó el sabio y virtuoso prelado, hincóse de rodillas, y las primeras impresiones fueron nega- tivas... Nada había podido llamar la atención del señor obispo, pero luego... ¡ Oh ! dejemos la pala- bra al propio prelado, don Manuel Ruíz y Rodrí- guez, que en hermosa Pastoral se lo cuenta a los amados diocesanos desde tierra de España : «Era el 27 de agosto, a las once y media de la mañana bajábamos a la puerta de la parroquia. En aquellos momentos llegó una peregrinación pro- cedente del valle de Mena, y tuvimos la dicha de asistir a la misa celebrada para los peregrinos en un reclinatorio en el presbiterio, hacia el lado del kvangelio, escuchamos sentados el sermón que acerca del Cristo predicó un reverendo sacerdote y nos arrodillamos nuevamente. Dos sonoros gri- tos escapados de entre la multitud, nos hicieron

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