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mas sospechaban del hecho. Emprendieron tercer viaje durante la peregrinación guerniquesa y esta vez pudieron convencerse. Doña Isabel vió clara y absolutamente el fenómeno. Don Carlos notó que un hilo de sangre, dela muñeca al brazo de la imagen, corría rápida y delicadamente como si la vida fisiológica hubiera despertado en las arte- rias del Cristo. Testificación excepcional. Lo más saliente y autorizado de los testimo- nios que aducir se pueden en este pleito, es el del señor obispo del Pinar del Río, que no podemos olvidar aquí. No admitimos que tantos y tantos atestiguado- res hayan querido mentir. Se concibe que un hom- bre o dos pudieran gozar falseando los hechos ; pero ante tantas certificaciones debemos recordar aquello de Lactancio al objeto de la religión: ¿Tan grande sería la facilidad de mentir que no sola- mente engañaran a ignorantes sino también a otros príncipes ilustres de escuelas filosóficas ?... La hipótesis de un concierto para un engaño es una necedad. El hecho de que todos padecieron engaño resulta una afirmación más que temeraria: una hipótesis antihistórica, antimoral y antifilosó- fica. El hombre no ha vivido ni podrá vivir jamás en sociedad sino ateniéndose a testimonios fide-
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