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a mismo año. Fué el caso que el viernes 20 de abril a las 8 de la noche, los alumnos del colegio de padres jesuítas de Quito, Jaime Chaves, Car- los Herman y Pedro Donoso, que ocho días antes habían hecho la primera comunión vieron con sorpresa que una Virgen Dolorosa abría y cerra- ba suavemente los ojos. Mientras dos de ellos se arrodillaban para orar el tercero se dirigió al padre prefecto Andrés Roesen. El padre prefecto y todos los que luego fueron al lugar del suceso notaron el fenómeno que, revista tan seria como Razón y Fe, calificaba sin vacilaciones de milagro. Era una cromolitografía de medio cuerpo con el corazón al descubierto traspasado por siete espadas. El simple aspecto de la imagen inspira devoción, y artista tan aventajado como Salguero la juzgó perfecta, así por los delineamientos y sombras como por las proporciones de las diver- sas partes del rostro y del conjunto. También entonces la autoridad de Quito guar- dó prudente reserva sobre el caso, hasta que indu- cida por requerimientos del pueblo se instruyó el proceso canónico. El vicario capitular doctor don Ulpiano Pérez Quiñones dictó un auto el 25 de abril mismo para que se procediera al examen de los testigos. Con fecha del 27 del propio mes se constituyó con su secretario y con el notario mayor de la curia eclesiástica en el salón de es- tudios del colegio y recibió la declaración jurada
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