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ata he Ñ paradi titi MOR Ci ct id A ii A — 236— Tonquedec, en su Introduction ú Vétude du mer- veilleux et du miracle, y el padre Urbano en su Estudio crítico. A pesar de ello no hemos encontrado en dicho «estudio» ese método seguro. Le hemos visto incli- nado constantemente a admitir, porque sí, lo que pudiera favorecer su tesis, incluso cartas particu- lares de mujeres y relatos de impresión personal. En la áltima parte de su trabajo, casi al termi- narlo, aduce todo regocijado unos párrafos del doctor Royo Villanueva: « Cuando las personas a quienes he oído referir el milagro de la repro- ducción de toda la mímica humana de una agonía divina se limitan a decir que lo han visto, las creo. Cuando afirman que los ojos de cristal giran en las órbitas de madera y que las facciones esenl- pidas en tabla se modifican a impulsos de con- tracciones y relajaciones de la substancia rígida e inerte, no lo creo. «Si el que todo lo puede quisiera poner vida en lo que nunca la tuvo, sobrepujándose a sí mismo en el milagro de la resurrección de Lázaro, no lo verían unos pocos elegidos sino todos, y una cin- ta cinematográfica reproduciría el prodigio que, por lo demás, como todo milagro, no debe apre- ciarse con los ojos de la cara sino con los venda- dos de la fe. Por eso no hay que ira Limpias con gemelos de teatro sobre el rostro sino con credos de católico sobre el corazón. »
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