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sia tienen ustedes los limpienses harta riqueza espiritual. — Nosotros, padre, no sabemos leer ni en pie- dras ni en maderas. La iglesia no es ciertamente un tesoro de arte, pero es una joya digna de apreciarse. Sus tres naves de estilo gótico de igual altura, apoyadas en recías columnas, elevan a Dios el pensamien- to. Está dedicada al apóstol San Pedro, y una efigie suya corona la entrada del templo. Alá dentro del recinto hay trabajos escultó- ricos de diferente orden, y obras de orfebrería que atraen la atención de los iniciados. Éstos comprenden, desde luego, que son trabajos, si no acabados, por lo menos de mérito indiscutible para un templo pueblerino, v. g., la estatua ya- cente del arcediano Gil del Palacio. Se halla sobre el sepulcro del mismo a la izquierda del Evan- gelio y está labrada en mármol de Carrara, siendo un magnífico ejemplar de la estatuaria funeraria del siglo XVI. No merece tanta estima el sepulcro del gene- ral de ingenieros, excelentísimo señor Antonio Cirilo del Rivero y Trevilla, que se halla a la derecha del Evangelio. Severo, elegante, como dice don Antonio del Campo de Echeverría, está construído de mármol blanco, y ostenta en su parte superior el escudo de armas de los Riveros. Notable es El Santo 9
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