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— 209 tos padece con los progresos de la civilización; que es un verdadero misterio lo que la morfología y la patología ocular descubren en el órgano de la visión, pero en medio de todo, no es para tanto que nos obligue a caer en un escepticismo sobre la certeza de las visiones, a no ser que digamos ser de todo punto errado el testimonio de los filó- sofos, cuando tanta importancia dan al testimo- nio ocular... Una de dos: o eae por su base la doc- trina clásica sobre el testimonio de los sentidos, o no hay tanto apuro en clasificar las visiones, con señales dé verdad o de certeza más o menos clara y aceptable, en normales y anormales. Si en cada ocasión en que es preciso valerse del testimonio de la vista se nos exige la garantía que reclama el padre Urbano, apenas será posible testimonio ocu- lar, porque siempre se podrá esconder el enemigo en un caso de neurosis o de psicosis neurótica. Nuestros ojos se adaptan maravillosamente a la intensidad de la,luz y a la distancia en que ha de ejercerse la función visual. La parte mecánica de esta función corre a cargo de los músculos del ojo, que alargan o acortan el eje alteroposterior para variar las distancias focales del iris que di- lata o estrecha la abertura pupilar, regulando las cantidades de luz. La zona retinal mal herida por las radiaciones, puede dar lugar a imperfec- tas visiones... Es claro que la ilaminación eléctrica es perju-
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