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— 201 — si mejores razones no revelaran otra paternidad. En el mismo retablo que, como hemos dicho, fué labrado para el Oristo de Don Diego de la Piedra, se notan acuses de la escuela sevillana en cierta ornamentación churrigueresca, algo he- rreriana que se difunde por todo el altar y aun en la talla y ropaje ampuloso de la Dolorosa y del Discípulo amado, que acompañan al Cristo. Esto y el rostro bellísimo de los imágenes y Sus actitu- des, algo teatrales, demuestran que todo es rica- mente andaluz... ¿ No sería andaluz igualmente, aunque de épo- sa anterior, el autor del Cristo famoso ? « No creo que el estilo descubra a este escultor misterioso que supo, dentro de su personalidad indiscutible, recoger algo del procedimiento de otros maestros », apunta Jorge de la Cueva. La delicadeza empero de la talla, la suavidad de todos los contornos, cierta gracia aérea trae el recuerdo simpático de Luisa Roldán, de la que conocemos otro Cristo famoso de gran mérito y muy espiritual que se conserva y venera como prodigioso en el convento de monjas clarisas de la provincia de Cuenca. Ella trabajó aquel Naza- reno sublime por encargo de Carlos 11 como rega- lo destinado a Inocencio XI, aunque no llegó a él. Como en este punto no podemos transponer las leyes de la hipótesis, hay quien supone que el Cristo de Limpias es de Jacobo Bonavita, que

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