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6 ta de correspondencia entre el busto y el tronco. La energía de la cara, la atrevida factura de la garganta musculosa, partes en que el artista pa- rece haber puesto un empeño especial, toda la fuerza de su genio contrasta con la morbidez del resto del cuerpo... Puede decirse que el Cristo es del maestro y el cuerpo de algún discípulo suyo, siendo dos los autores de la talla. También he- mos estudiado el Cristo de Mena, en la Capilla de los Dolores de San Isidro de Madrid... No es un Cristo de la Agonía... Y hemos upreciado desde luego la desproporción del cuerpo y de la cabeza. El cuerpo está demasiado movido y extenuado pero campean en la escultura la intensidad del dolor y la divina dulzura. Mena llegó al supre- mo galardón de la fama merced a los esfuerzos de don Ricardo Orueta. Se ha dicho que con Salcillo, Alonso y Cano forman el triptico de los sobera- nos artistas imagineros españoles. Luisa Roldán (1656-1704) que con su padre, Pe- dro Roldán, continúa las tradiciones realistas de Montañés tiene en su abono, a nuestra cuenta, una fuerte razón en obras similares, y en su espí- ritu entrañablemente férvido. No se ponía a tra- bajar con la gubia sin gran preparación; mas, cuando tenía que realizar algún Cristo, procuraba recibir de la meditación la inspiración que debía llevar a la obra. Por eso, para nosotros, llevaría ella los laureles de autora del Oristo de Limpias

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