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201 — miento haya sido más fino y que haya debido sen- tir más dolor en la muerte que Jesucristo. Ved lo que nos revela aquel texto sublime del Cristo de Limpias en el cual somos llamados a leer escrito en letras de sangre el amor de un Dios por el hombre. El autor. Lo difícil es determinar el autor de la escultu- ra famosa. Hay obras de arte que al mirarlas se reconoce perfectamente su procedencia originaria, v. gr., el bellísimo retablo del Pilar de Zaragoza, obra maestra de Damián Fornette (1533); el de Cristo, de Velázquez. Hay obras cuyo mérito es evidente y que no es evidente su autor como ocu- rre con muchas de Pedro de Mena, v. gr., cuyo San Francisco, uno de los mejores ejemplares, es el del Tesoro de Primada, aunque equivocada- mente se le atribuye a Alonso Cano, su maestro. La paternidad del Cristo de Limpias se adjudica bien a uno, bien a otro de los escultores de los grupos valisoletano o sevillanos. Queda a mi jui- cio descartado el Berruguete, y pueden disputar- se el premio el Montañés, Mena y la Roldana, de- jando asimismo a un lado a Gregorio Hernández, cuyo Cristo de la luz, hoy en el Museo de Valla- dolid, es admirable y demuestra que pudo ser au- tor de obras de alta expresión religiosa por su es- 14

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