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— 194 — nados por honda preocupación. Habló Naveda, con la naturalidad, con la profunda convicción, que es cosa constante en todos. Desechó radical- mente toda posibilidad de error u ofuscación : he- mos venido porque no lo creíamos; somos médi- cos hechos y avezados a estremecedores espectá- culos; hemos procurado evitar toda influencia, to- do cansancio y... ¡hemos visto! y la afirmación te- nía una fuerza irresistible subrayada por el gesto enérgico de la cara inteligente y franca. Formábamos un coro en torno de él, un interés creciente nos tenía suspensos; algunas personas que subían y bajaban adivinaron de lo que se tra- taba y engrosaron el grupo... Pero el momento ¿cómo fué ? Había, nos dijo, poca gente, estábamos juntos y mirábamos la ima- gen serenamente; noté de pronto algo raro, en aquel momento debió comenzar a ver mi primo, porque me tocó llamándome la atención : fué una cosa simultánea. Entonces los dos, al mismo tiem- po, fuimos cambiando impresiones: ahora a la iz- quierda, decía Mazón, y, efectivamente, las pupi- las se dirigían a izquierda; a la derecha, decía yo después, y mi primo asentía; hemos coincidido en todo. Y, más serenos, preguntamos después de este paseo al aire libre, ¿no hay en su espíritu algún resquemor de duda, por tenue que sea ? Y contes- tó como contestan todos: el que ve no duda, es

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