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— 175 paraliticada también. Cuando sacaba la lengua era llevada notablemente su punta a la izquierda. Queda todavía esta parálisis facial, me contestó el compañero, lo demás ha desaparecido. «Lo demás » lo he visto yo, el señor Zamora, el señor párroco y multitud de personas que hallá- banse en el templo, y lo sabe el mismo enfermo, ¿Por qué no ha de valer su testimonio ? ¡Ah! lo que es esto es indudable. — Pues no lo entiendo — exclamó mi conprofe- sor cada vez más admirado. Tenemos que quemar los libros. ¡Ab no! —le repliqué. — Los libros no con- tienen toda la ciencia, y menos la ciencia de Dios. — d. José Naveda, médico titular y forense de Castro Urdiales, De entonces acá han ido multipliándose los ca- sos de curación al parecer milagrosos, que hemos querido recoger en su verdadera fuente, de los cuales apuntaremos el del cura de Proaño, curado de una parálisis parcial, en el mismo santuario; el de sor Paula, superiora de la Cocina económica de Santander; el de la hija de don José Moreno, Clotilde Moreno, de 19 años, curada de una pleu- resía, que se traía en tratamiento sin resultado.
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